Japón siempre será un país desconocido. Hasta la mitad del siglo XX fue una autarquía de la que poco o nada escapaba y de la que poco o nada se sabía. Es obvio que eso ha cambiado. Japón es uno de las naciones más poderosas del mundo, sin embargo hay muchas cosas de su cultura, en el significado más amplia de la palabra cultura, que aún nos cuesta de comprender a los occidentales.
Por ponerlo en perspectiva el origen de su forma de ver la vida está en su religión original. Antes de la llegada del budismo el Japón ancestral practicaba los que después fue conocido como sintoísmo, palabra que procede del shinto, o “camino de los dioses”. Como muchas otras religiones orientales tiene su esencia en el animismo, que es una forma de reconocer que la divinidad está unida de forma inseparable a la naturaleza. Y es probablemente ahí donde encontramos el porqué del diseño Kodo.
Como otras muchas cosas del país del Sol Naciente lo que trasciende al significado de la propia palabra Kodo nos resulta difícil de asimilar. No se trata solo de su significado o traducción, sino de lo que va más allá del lenguaje.
Kodo, tomado tal cual, significa latido. Cierto es que eso nos da un idea de lo que pretende este lenguaje de diseño aplicar en sus creaciones, que no es otra cosa que la vida, porque no late lo que no está vivo. Y de eso va precisamente el animismo. “Todo” es un “todo”. Kodo envuelve la ergonomía, la funcionabilidad, el diseño y la comodidad en un sólo término. No se trata del mero hecho de sístole-diástole de un músculo, sino de lo que significa como explosión de vida. Por eso Kodo significa ese momento en el que la bestia está agazapada antes de atacar o el movimiento de la espada en el arte marcial del kendo.
Los diseñadores e ingenieros de Mazda trabajan con esta intención de llevar a las líneas de un coche la fluidez de la vida, el movimiento de los animales. Intentan que el coche no se adapte al aire que tiene que atravesar sino que sea el propio aire.
Lo mismo se puede aplicar al color. Mazda lleva eso hasta el extremo de que la luz forme parte de ese movimiento. Por eso los juegos que hace la luz sobre las líneas de los coches no es casual. Forma parte de esa sensación de vitalidad de sus coches.
Decir todo esto es muy fácil: lo complicado es hacerlo.
Para que el diseño Kodo no se quede en palabras hay que aplicar todo esto a algo tan prosaico como es la fabricación en serie de vehículos a motor. Para lograrlo, Mazda cuida el detalle desde el primer momento. Para la marca japonesa fabricar coches requiere la misma meticulosidad que forjar espadas.
Mazda es una de las pocas marcas que sigue creando sus diseños a partir de arcilla. Sus modeladores artesanales modelas cada línea a mano, con el mismo mimo con el que se practica el origami, el kabuki, el ikebana o sus cuidados jardines.
Los moldes metálicos se hacen a mano y los takumi, los maestros artesanos, los hacen milimétricamente exactos. Para ello lijan las piezas con una piedra que fue desarrollada de forma específica a petición de Mazda. Y una vez más la excelencia japonesa se plasma en el proceso: Mazda rechazó hasta 12.000 tipos de piedra para lijar hasta dar con la adecuada.
Así se logra que cada modelo esté lleno de movimiento y vitalidad. La Naturaleza se toma su tiempo y los ingenieros de Mazda también. Los materiales, las formas… todo tiene que encajar con el conductor. No hay nada superfluo. Para el lenguaje Kodo “menos” es siempre “más”, pero ese “menos” tiene que ser perfecto porque si no lo fuera estaríamos hablando de mera racanería. Un coche de Mazda debe ser identificado por el todo y por el detalle. Desde el color a los tiradores de las puertas: desde la rejilla hasta el pomo del cambio de marchas. Tiene que ser característico por el tacto, el olor o el sonido de su motor.
Esa es el lenguaje Kodo, al que algunos ya califican como filosofía industrial.
Son ya 10 años de Kodo. Ojalá que sean muchos más.